Ir a Italia es algo que deberíamos hacer con mayor frecuencia, curiosamente no tenemos raíces allí y los únicos contactos que tenemos ya no viven en Italia. La paradoja del italiano es tener que migrar para trabajar, otro de los puntos en común con muchos argentinos. Cada vez que piso esa bota es como un viaje a casa y un placer culinario sin parangón, y aún así, sigo viajando muy esporádicamente, buscando la excusa perfecta cuando la excusa siempre está: me siento a gusto, se come bien y en retrospectiva me resulta muy familiar.
Viajar a Napoli estuvo en el listado pendiente por demasiados años considerando el tiempo que llevo en el viejo continente y lo cercano de su cultura con nuestra lejana Argentina. Conseguí el empuje necesario para concretar esta visita al momento de saber los cruces de, increíblemente, la Champions League.
Nunca imaginé estar tan interesado en esta competencia que seguía desde luego de reojo, pero el apego y el sentido de identificación que logré con el FC Unión Berlín, que coincidentemente con la cúspide de su escalada deportiva a la elite europea, llevó a intentar disfrutar de alguna de sus viajes continentales. Su visita a Napoli fué también la nuestra.
No quise arriesgar la suerte de no conseguir una entrada y el plan fué creciendo de una escapada corta para asistir a un evento, se convirtió en todo un viaje de diez días con mucho más contenido y más de un simple motivo. Dicho de algún modo, quitamos el único punto de falla del plan original y expandimos la estadía de modo que la experiencia sea mucho más enriquecedora.
Aquí comparto con Ustedes un lindo viaje que nació con una semilla muy futbolera y terminó convirtiéndose en un lindo descanso.
Rendir tributo a Roma
Napoli
Tras alrededor de media hora de caminata, el afamado caos napolitano nos superó y la casa mínima (literalmente no podría estirar los brazos) nos acogió y dió todas las comodidades (excepto espacio, claro) y sirvió de refugio para recuperarnos del shock.