Curiosamente no existió nunca una región delimitada que determinase el llamado País Cátaro, sino más bien se denominó así a un movimiento religioso gnóstico que tal vez sea más conocido como albigenses, movimiento o creencia que se extendió ampliamente en el sur de Francia y al norte de la Corona de Aragón.
Contaba con el apoyo o protección de muchos nobles de la época, quienes entre otras cosas, que el Reino de Díos no es el mundo material sino que Dios es el creador del cielo y de las almas, mientras que el mundo material fué creado por el demonio, quién también creó las guerras y nada más y nada menos que a la Iglesia Católica, que la consideraban una herramienta de corrupción por su realidad terrenal.
Por supuesto que las riquezas que estos nobles creyentes de lo herético fueron repartidas y repatriadas entre nuevos poseedores afines al Vaticano de turno, con lo cual la belleza del autoprclamado País Cátaro se mantuvo, con sus fortalezas revitalizadas cobrando un rol estratégido en la frontera francesa por sus frecuentes cruces y guerras con el pujante Reino de Aragón que quería cruzar siempre los Pirineos.
Los que también quisieron cruzar los Pirineos fueron este grupo de 4 argentinos que arrancó su viaje una vez más en un Seat León rentado, con el afán de subir lo más rápido posible por la autovía AP7, sin detenernos demasiado en las zonas que estábamos cubriendo a nuestro alrededor ya que la gran mayoría lo habíamos visto en nuestra expedición por caminos alternativos a la Costa Brava.
La autovía nos permitió desandar kilómetros en muy poco tiempo, pero realmente se hacía muy monótona sumado al factor "costo del peaje" con el cual por el solo salir de Barcelona ya llevábamos sumados unos 3, luego de la alterada frontera hispano francesa, que aún tenía latente la herida por el cruento atentado, apenas cruzado Perpinan sin que ni siquiera lo veamos, nos adentramos en las profundidades del territorio Galo, abandonando la comodidad de la autpista y desandando senderos entre viñas y parques naturales a través de la D12.
La lluvia nos acompañó todo el camino y se fué haciendo más pesada a medida que penetrábamos más las viñas que poco a poco se fueron perdiendo detrás de las viejas lomas por las que nos desviábamos de las rectas, las luces, las estaciones de servicio, las señales y del tráfico sobre todo, y cruzábamos pueblitos tan pequeños de los cuales no llegábamos a ver ni siquiera los nombres.
Con las vegijas a punto de colapsar llegamos entrada la media tarde al casco céntrico de la Villa de Carcassone, donde a fuerza de pura maniobra circulamos por las estrechísimas calles, esquivando pivotes de metal que parecían peones de ajedréz gigantes colocados cada 5 metros uno detrás del otro a cada costado. El nerviosismo del conductor, lo forzó a parar en un lugar dipuesto para discapacitados, ante la atónita mirada de los compañeros que no hicieron más que recordarles esta situación mientras él lo que pretendía era encontrar la ubicación de la casa donde teníamos que alojarnos. Ante la presión, la confusión, el vehículo de atrás que no se dignaba a avanzar, el conductor decidió arrancar y al esquivar un receptáculo de resíduos, la física hizo que mágicamente el vehículo golpeara contra una parte metálica y se sacudiera violentamente dejando un recuerdo imborrable en el panel lateral izquierdo. Muy a mi pesar, fué ahí donde valoré tremendamente haber pagado seguro con franquicia 0!
Aparcar fué casi un desafío más complejo que transitar con lluvia por los viñedos. El coche quedó tirado en un hueco que encontramos en una calle cortada a dos cuadras de nuestro "hogar". Por suerte no pensábamos sacar el vehículo sino hasta irnos definitivamente.
La casa era de ensueño, y hasta venía con gato integrado, fué en su totalidad para nosotros ya que la dueña estaba trabajando fuera todo el fin de semana. La única gran contra era que se encontraba a la vuelta de la iglesia medieval, la cual, otra vez como en Costa Brava, nos taladraba la cabeza desde las 8 de la mañana reclamando la atención perdida por esta institución y recordándole a los vecinos que "hey! sigo aquí intentando marcar el ritmo de sus vidas".
La lluvia no cesaba, sino que alternaba ratos de mayor intensidad con momentos de calma, apenas nos permitió dar una recorrida por el pueblo, para identificar dónde estaba cada cosa, comprar algunos insumos, y quisimos acercarnos al Canal del Medio pero el viento nos obligó casi a abandonar en medio del puente.
Por la mañana siguiente el mercadillo fué visita casi obligada, de paso por las oficinas de turismo que nos informaron que los recorridos por el canal y muchas otras actividades estaban cerradas...hasta la temporada de verano! Por lo que seguimos avanzando y nos alejamos del centro de la ciudad hacia lo más bello que tiene esta región de Francia: la Ciudadela de Carcassone, es un conjunto urbano y arquitectónico fortificado singular que constituye la parte más antigua del núcleo poblacional de la comuna, que fuera restaurada a comienzos del sXX y declarada Patrimonio de la Humanidad en 1997.
Esta belleza arquitectónica nos traslada a épocas remotas, o a más modernas para la generación X, es el reflejo del Age Of Empires, uno puede imaginarse a los arqueros tirando desde lo alto, las maquinarias de asedio intentando derribar paredes, los cañones y los ejércitos sitiando la ciudad. Su sistema de defensa es excepcional debido a sus dimensiones y constituye la mayor fortaleza de Europa por su complejidad y la calidad en su conservación.
Desde luego que hoy constituye el fruto de explotación turística del lugar casi por excelencia, pero dentro de la fortificación, no deja de ser un casco urbano en el cual aún reside gente.
El día soleado nos permitió disfrutar de todos los corredores, castillo y rodear sus murallas, contemplar la extensión de las vistas y cruzarnos con algunas maniobras a muy baja altura de los pocos aviones que aterrizan en el pequeño aeropuerto de la localidad. Por la noche disfrutamos de unos vinos, quesos de cabra y una picada afrancesada pero a nuestro estilo, mientras disfrutábamos de los sillones y de la terapia gatuna de nuestro cálido hogar. Si habiendo sol había que estar abrigado, por la noche, hacía indudablemente frío.
El último día era el del regreso, y como dije al comienzo el autoproclamado turísticamente País Cátaro es un compendio de fortificaciones en la frontera entre Francia y España, aprovechando las situaciones de altura de muchos de ellos, hay hasta expediciones para recorrer lo que hoy son no más que algunas piedras, vestigios de un pasado arrasado. Pero a sabiendas de la existencia de ciudades con este estilo de construcciones nos abocamos a regresar a través de los Pirineos, previo paso por otra vez kilómetros de caminos alternativos con las montañas de fondo, viñedos y campiñas alrededor y una parada estratégica en la ciudad de Foix a ver su particular Castillo que se erige en la roca elevada en el centro de la ciudad con vistas de 360 grados.
También hubo tiempo para probar aquí el plato típico de la región, el Cassoulet de Pato, un guiso sabroso y bastante calórico, con abundancia de porotos, perdón, alubias blancas.
Las 15:30hs era el plazo que nos marcamos para volver al coche, el cielo despejado con nubes oscuras que de a ratos tapaban el sol y entristecían la vista, pero sobre todo enfriaban el cuerpo. Retomamos la ruta y comenzamos a desandar camino, a descender en el mapa pero ascender en altura, estábamos a las puertas de Andorra una vez más, y en el camino apareció ella, la nieve, esa que convertía las laderas en un glaceado encandilador. No hubo más que parar en un descanso de la ruta para comenzar el show que todo personaje que ve la nieve cada muerte de obispo se tienta de hacer: saltos, bolas, guerras de nieve, azotamos el coche mientras la última en salir perdía tiempo abrigándose, y también hubo la necesidad de trazar algunas líneas sobre el blanco suelo...
Latour de Carol por tercera vez, quién lo hubiera dicho, el ingreso a España sin controles una vez más por esa ruta en medio del campo esquivando ramas. La Cerdanya y el camino más corto a Barcelona por delante que se convirtió en pesadilla cuando coincidimos con el malón de coches de alta gama que bajaba de Andorra de su fin de semana de ski. La alternativa era rodear la montaña por el camino de cornisa, con la noche cayendo y el riesgo de nevada, o sumarnos a la manada y ser uno más de embotellamiento. Demoramos 3 horas en cruzar el Túnel del Cadi, que encima tiene un costo exagerado de 12 euros y terminar llegando a casa, por el supuesto camino más caro y corto, pasadas las 22 horas, en un viaje que debía ser de no más de 3 horas y media.
No mucho que envidiar a Buenos Aires y sus atascos en los accesos luego de cualquier fin de semana. Sirvió para recordarme que después de todo, seguimos viviendo en una gran urbe, más organizada que la mega metrópolis en la que nací, pero no deja de ser una ciudad.
Con las vegijas a punto de colapsar llegamos entrada la media tarde al casco céntrico de la Villa de Carcassone, donde a fuerza de pura maniobra circulamos por las estrechísimas calles, esquivando pivotes de metal que parecían peones de ajedréz gigantes colocados cada 5 metros uno detrás del otro a cada costado. El nerviosismo del conductor, lo forzó a parar en un lugar dipuesto para discapacitados, ante la atónita mirada de los compañeros que no hicieron más que recordarles esta situación mientras él lo que pretendía era encontrar la ubicación de la casa donde teníamos que alojarnos. Ante la presión, la confusión, el vehículo de atrás que no se dignaba a avanzar, el conductor decidió arrancar y al esquivar un receptáculo de resíduos, la física hizo que mágicamente el vehículo golpeara contra una parte metálica y se sacudiera violentamente dejando un recuerdo imborrable en el panel lateral izquierdo. Muy a mi pesar, fué ahí donde valoré tremendamente haber pagado seguro con franquicia 0!
Aparcar fué casi un desafío más complejo que transitar con lluvia por los viñedos. El coche quedó tirado en un hueco que encontramos en una calle cortada a dos cuadras de nuestro "hogar". Por suerte no pensábamos sacar el vehículo sino hasta irnos definitivamente.
La casa era de ensueño, y hasta venía con gato integrado, fué en su totalidad para nosotros ya que la dueña estaba trabajando fuera todo el fin de semana. La única gran contra era que se encontraba a la vuelta de la iglesia medieval, la cual, otra vez como en Costa Brava, nos taladraba la cabeza desde las 8 de la mañana reclamando la atención perdida por esta institución y recordándole a los vecinos que "hey! sigo aquí intentando marcar el ritmo de sus vidas".
La lluvia no cesaba, sino que alternaba ratos de mayor intensidad con momentos de calma, apenas nos permitió dar una recorrida por el pueblo, para identificar dónde estaba cada cosa, comprar algunos insumos, y quisimos acercarnos al Canal del Medio pero el viento nos obligó casi a abandonar en medio del puente.
Por la mañana siguiente el mercadillo fué visita casi obligada, de paso por las oficinas de turismo que nos informaron que los recorridos por el canal y muchas otras actividades estaban cerradas...hasta la temporada de verano! Por lo que seguimos avanzando y nos alejamos del centro de la ciudad hacia lo más bello que tiene esta región de Francia: la Ciudadela de Carcassone, es un conjunto urbano y arquitectónico fortificado singular que constituye la parte más antigua del núcleo poblacional de la comuna, que fuera restaurada a comienzos del sXX y declarada Patrimonio de la Humanidad en 1997.
Desde luego que hoy constituye el fruto de explotación turística del lugar casi por excelencia, pero dentro de la fortificación, no deja de ser un casco urbano en el cual aún reside gente.
El último día era el del regreso, y como dije al comienzo el autoproclamado turísticamente País Cátaro es un compendio de fortificaciones en la frontera entre Francia y España, aprovechando las situaciones de altura de muchos de ellos, hay hasta expediciones para recorrer lo que hoy son no más que algunas piedras, vestigios de un pasado arrasado. Pero a sabiendas de la existencia de ciudades con este estilo de construcciones nos abocamos a regresar a través de los Pirineos, previo paso por otra vez kilómetros de caminos alternativos con las montañas de fondo, viñedos y campiñas alrededor y una parada estratégica en la ciudad de Foix a ver su particular Castillo que se erige en la roca elevada en el centro de la ciudad con vistas de 360 grados.
Las 15:30hs era el plazo que nos marcamos para volver al coche, el cielo despejado con nubes oscuras que de a ratos tapaban el sol y entristecían la vista, pero sobre todo enfriaban el cuerpo. Retomamos la ruta y comenzamos a desandar camino, a descender en el mapa pero ascender en altura, estábamos a las puertas de Andorra una vez más, y en el camino apareció ella, la nieve, esa que convertía las laderas en un glaceado encandilador. No hubo más que parar en un descanso de la ruta para comenzar el show que todo personaje que ve la nieve cada muerte de obispo se tienta de hacer: saltos, bolas, guerras de nieve, azotamos el coche mientras la última en salir perdía tiempo abrigándose, y también hubo la necesidad de trazar algunas líneas sobre el blanco suelo...
Latour de Carol por tercera vez, quién lo hubiera dicho, el ingreso a España sin controles una vez más por esa ruta en medio del campo esquivando ramas. La Cerdanya y el camino más corto a Barcelona por delante que se convirtió en pesadilla cuando coincidimos con el malón de coches de alta gama que bajaba de Andorra de su fin de semana de ski. La alternativa era rodear la montaña por el camino de cornisa, con la noche cayendo y el riesgo de nevada, o sumarnos a la manada y ser uno más de embotellamiento. Demoramos 3 horas en cruzar el Túnel del Cadi, que encima tiene un costo exagerado de 12 euros y terminar llegando a casa, por el supuesto camino más caro y corto, pasadas las 22 horas, en un viaje que debía ser de no más de 3 horas y media.
No mucho que envidiar a Buenos Aires y sus atascos en los accesos luego de cualquier fin de semana. Sirvió para recordarme que después de todo, seguimos viviendo en una gran urbe, más organizada que la mega metrópolis en la que nací, pero no deja de ser una ciudad.
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