Este relato es un colateral, un spin off como se estila decir en el mundo cinematográfico, del viaje a Escocia. Aunque también se desprende de aquel relato que la intención original tenía una motivación centrada en el deporte de masas, quedó en evidencia que en aquel entonces la belleza y enormidad del paisaje hizo dejar a un lado esa original veta deportiva.
En el retorno del periplo por las Highlands, y abrumados por el día lluvioso y la nubosidad espesa que nos acompañó todo el viaje sin dejarnos siquiera ver las aguas del Loch Lomond que cruzamos de norte a sur sin poder siquiera contemplarlo, Escocia nos despedía mostrando un poco de esa cara que tanta fama tiene en las islas británicas: el gris, el agua y la ausencia de sol.
Incorporando el clima a las vicisitudes del viaje, como parte de la mística escocesa, hicimos escala previa en Glasgow, curiosamente la ciudad más grande del país, superando incluso en habitantes a la capital Edimburgo.
No teníamos tiempo para una estadía en ella, como dije anteriormente, priorizamos irnos a los parajes más remotos a contemplar el paisaje por sobre recorrer una nueva ciudad. Pero no me quise privar de una pequeña cosa, un pequeño vicio si se quiere decir.
Domingo, ciudad prácticamente vacía, y aparcábamos en uno de los barrios tradicionales pero alejados del centro, en la puerta de un estadio. Bajo la lluvia descendemos del coche y me fundo con el gris del panorama. Una sonrisa se dibuja en mi rostro, en el fondo me llena una alegría picaresca de haber logrado algo que de pequeño (y no tanto) había imaginado. Estamos ante los portales del Ibrox, el mítico estadio del no menos mítico Rangers Football Club, el club más ganador del mundo y uno de los dos equipos más importantes del país, siendo el otro su rival eterno, el Glasgow Celtic, con el que mantiene una rivalidad eterna disputando lo que se conoce como el Old Firm, o el Clásico Eterno.
Ahí estaba delante de esa caja de resonancia, un estadio perfectamente cuadrado, con capacidad para 50.000 personas que el día anterior había vibrado con la vaya uno a saber cual número de edición del apasionante clásico que dejó al eterno rival con la victoria por 2 a 0. Por eso era todo tristeza hoy en los alrededores, salvo por quién escribe que recorría los bajo tribunas leyendo las inscripciones grabadas en los ladrillos de las paredes recordando a viejos seguidores, muchos de los cuales estaban acompañados de ofrendas florales.
Y seguramente la pregunta de por qué tanta emoción y tanto anhelo de visitar un estadio, a priori cerrado, y no haber podido ir al clásico, de un equipo tan remoto en una liga tan poco relevante para la afición popular en Argentina. Y he de admitir que es dificil de rastrear, encuentro el primer hito en mis años de horas y horas invertidas en el Championship Manager, ese juego de fútbol en el cual, no se juega al fútbol sino se maneja equipos. Si, en aquella vieja versión que solo se veían "letritas" aún, un día se me ocurrió por elegir un equipo para dejar de pelear descensos y comenzar a pelear por cosas grandes, así fue como durante un tiempo arranqué una partida repleta de gloria con el Rangers.
Recuerdo que en sus filas contaba con destacados jugadores como Paul Gascoigne, Brian Laudrup, el dos veces ganador de la Bota de Oro Ally McOist y en ese entonces, nada más y nada menos que con Claudio Paul Caniggia.
Otro aspecto por el que me logro identificar con el club y con sus aficionados, es porque en 2012 el club entró en bancarrota y tras una serie de compras y cambios de nombre, fue sancionado y pese a haber terminado segundo en la primera división aquel año, no pudo jugar ligas europeas, incluso debió solicitar su reingreso a la liga de honor tras su re fundación, y petición que fue rechazada tanto para la Premier como la Championship que es la segunda división, optando los dueños por solicitar la reincorporación del club en la Scottish League Two, cuarta y última categoría del fútbol escocés, comenzando a competir por primera vez en la historia en la división amateur.
Esta situación se asemeja de algún modo, salvando distancias en nivel de convocatoria y peso desde luego, con la vivida por mi Deportivo Español de Buenos Aires.
Existe infinidad de notas y recursos periodísticos producto del asombro de la situación y muchos otros desde el morbo que generaba ver un club enorme de Europa jugando en estadios con equipos de fútbol amateur, recomiendo ampliamente el informe realizado por Destino Fútbol.
Ese domingo, tras el nerviosismo y el auge del clásico del día anterior, eramos los únicos merodeando. Sorprendentemente el fan shop estaba abierto pero las camisetas agotadas. Me asomaba por los portones para intentar captar algo del verde césped, por las rendijas ver algo del interior, y cuando ya estaba resignado a tener que buscar cobijo nuevamente en el coche y emprender la retirada, fué cuando me detuve a contemplar una puerta de acceso a las instalaciones, al edificio, tal vez sector de oficinas, una decorado con venecitas muy adornadas, detalles centenarios, de otra época.
Poco fiel a mi timidez, tiré de la manija de la enorme y pesada puerta de madera, para asomar mi cabeza y contemplar el interior. Allí se abría una escalera enorme de madera en un lobby con cuadros y fotos de otras épocas del estadio. Las paredes con detalles dorados y tipografía alusiva al estilo inglés característico, y a medida que descendía mi mirada, me topé con un escritorio al frente donde un señor de seguridad me miró y me preguntó qué hacía primero en un tono algo displicente como para amedrentar algún potencial peligro, después de todo era su trabajo.
Mi inmediata reacción fue preguntar si podía observar el interior, me dijo que pase a la sala sin problemas, realmente por mi parte no había mucho más que ver, era pura decoración de un club centenario, me quedaba corto con solo ver eso pero era la excusa para entablar una charla. Rápido de reflejos el de seguridad observó que tenía debajo de mi abrigo una camiseta de fútbol, y me preguntó de donde era, lo cual resultó perfecto a mis intereses: comencé a contarle la historia del Deportivo Español, cómo se parecía a lo vivido por el Rangers y decirle que por eso me había acercado al estadio, y sin dilación el hombre me preguntó con su acento típico que me costaba horrores comprender, si teníamos tiempo. Miré el reloj, efectivamente lo teníamos, y nos invitó a pasar por una de las puertas, pasillos interiores y nos depositó con un grupo de muchachos que seguían a un señor de traje quien muy entusiasmado relataba anécdotas de la gloria del Rangers. Estábamos en un vestuario mítico, con camisetas de jugadores históricos del club. Nos habían sumado al recorrido por las tripas del estadio!
Lo que comenzó con cierta timidez, terminó siendo una recorrida de más de una hora con un grupo de fanáticos desde Eslovaquia y un colombiano que venía con ellos, pero el que se llevaba todos los premios era el guia del tour, un verdadero fanático, se notaba en cada detalle, en cada relato que contaba con lujo de detalles, irradiando pasión, contagiando energía y amor por el club.
No solo estuvimos en los vestuarios y los pasillos, salimos al campo, donde el día anterior se había disputado el clásico, contempleté lo que el guía denominó "el sol de Glasgow", unos carros con focos amarillos que se colocan encima de los sectores más dañados del césped para ayudar a su recuperación. Desde luego que agua no le falta al campo.
Un estadio con una acústica impresionante, tiene cierta base en el Westfallen Stadion, cualquier aplauso retumbaba, traté de imaginarme el evento del día anterior con 50 mil personas cantando y esa caja de resonancia retumbando.
Para todo era una foto, el hombre no escatimaba en ellas, nos pedía los móviles para sacarnos fotos aquí y allá. El tour terminó para el grupo de eslovacos, pero el hombre se tomó el tiempo de llevarnos por todo el interior del museo y de las instalaciones que nos habíamos perdido por haber "llegado tarde". Es decir, recorrió todo de nuevo con nosotros y, desde luego, sacó centena de fotos, algunas de dudosa calidad y dudoso foco, pero qué se le puede decir, el tipo no paraba de contarnos historias y de hablar maravillas de Messi, al que había visto en vivo unas semanas antes en un partido de la Champions en Barcelona, deseando que se le de lo que todos los amantes del fútbol deseamos, el mentado mundial que merece para consagrarse.
Lo que comenzó como un mero paseo para tomar unas fotos, terminó siendo una experiencia única con lujo de detalles por las tripas del mítico estadio del club que resurgió de las mazmorras.
En el retorno del periplo por las Highlands, y abrumados por el día lluvioso y la nubosidad espesa que nos acompañó todo el viaje sin dejarnos siquiera ver las aguas del Loch Lomond que cruzamos de norte a sur sin poder siquiera contemplarlo, Escocia nos despedía mostrando un poco de esa cara que tanta fama tiene en las islas británicas: el gris, el agua y la ausencia de sol.
Incorporando el clima a las vicisitudes del viaje, como parte de la mística escocesa, hicimos escala previa en Glasgow, curiosamente la ciudad más grande del país, superando incluso en habitantes a la capital Edimburgo.
No teníamos tiempo para una estadía en ella, como dije anteriormente, priorizamos irnos a los parajes más remotos a contemplar el paisaje por sobre recorrer una nueva ciudad. Pero no me quise privar de una pequeña cosa, un pequeño vicio si se quiere decir.
Domingo, ciudad prácticamente vacía, y aparcábamos en uno de los barrios tradicionales pero alejados del centro, en la puerta de un estadio. Bajo la lluvia descendemos del coche y me fundo con el gris del panorama. Una sonrisa se dibuja en mi rostro, en el fondo me llena una alegría picaresca de haber logrado algo que de pequeño (y no tanto) había imaginado. Estamos ante los portales del Ibrox, el mítico estadio del no menos mítico Rangers Football Club, el club más ganador del mundo y uno de los dos equipos más importantes del país, siendo el otro su rival eterno, el Glasgow Celtic, con el que mantiene una rivalidad eterna disputando lo que se conoce como el Old Firm, o el Clásico Eterno.
Ahí estaba delante de esa caja de resonancia, un estadio perfectamente cuadrado, con capacidad para 50.000 personas que el día anterior había vibrado con la vaya uno a saber cual número de edición del apasionante clásico que dejó al eterno rival con la victoria por 2 a 0. Por eso era todo tristeza hoy en los alrededores, salvo por quién escribe que recorría los bajo tribunas leyendo las inscripciones grabadas en los ladrillos de las paredes recordando a viejos seguidores, muchos de los cuales estaban acompañados de ofrendas florales.
Y seguramente la pregunta de por qué tanta emoción y tanto anhelo de visitar un estadio, a priori cerrado, y no haber podido ir al clásico, de un equipo tan remoto en una liga tan poco relevante para la afición popular en Argentina. Y he de admitir que es dificil de rastrear, encuentro el primer hito en mis años de horas y horas invertidas en el Championship Manager, ese juego de fútbol en el cual, no se juega al fútbol sino se maneja equipos. Si, en aquella vieja versión que solo se veían "letritas" aún, un día se me ocurrió por elegir un equipo para dejar de pelear descensos y comenzar a pelear por cosas grandes, así fue como durante un tiempo arranqué una partida repleta de gloria con el Rangers.
Otro aspecto por el que me logro identificar con el club y con sus aficionados, es porque en 2012 el club entró en bancarrota y tras una serie de compras y cambios de nombre, fue sancionado y pese a haber terminado segundo en la primera división aquel año, no pudo jugar ligas europeas, incluso debió solicitar su reingreso a la liga de honor tras su re fundación, y petición que fue rechazada tanto para la Premier como la Championship que es la segunda división, optando los dueños por solicitar la reincorporación del club en la Scottish League Two, cuarta y última categoría del fútbol escocés, comenzando a competir por primera vez en la historia en la división amateur.
Esta situación se asemeja de algún modo, salvando distancias en nivel de convocatoria y peso desde luego, con la vivida por mi Deportivo Español de Buenos Aires.
Existe infinidad de notas y recursos periodísticos producto del asombro de la situación y muchos otros desde el morbo que generaba ver un club enorme de Europa jugando en estadios con equipos de fútbol amateur, recomiendo ampliamente el informe realizado por Destino Fútbol.
Ese domingo, tras el nerviosismo y el auge del clásico del día anterior, eramos los únicos merodeando. Sorprendentemente el fan shop estaba abierto pero las camisetas agotadas. Me asomaba por los portones para intentar captar algo del verde césped, por las rendijas ver algo del interior, y cuando ya estaba resignado a tener que buscar cobijo nuevamente en el coche y emprender la retirada, fué cuando me detuve a contemplar una puerta de acceso a las instalaciones, al edificio, tal vez sector de oficinas, una decorado con venecitas muy adornadas, detalles centenarios, de otra época.
Poco fiel a mi timidez, tiré de la manija de la enorme y pesada puerta de madera, para asomar mi cabeza y contemplar el interior. Allí se abría una escalera enorme de madera en un lobby con cuadros y fotos de otras épocas del estadio. Las paredes con detalles dorados y tipografía alusiva al estilo inglés característico, y a medida que descendía mi mirada, me topé con un escritorio al frente donde un señor de seguridad me miró y me preguntó qué hacía primero en un tono algo displicente como para amedrentar algún potencial peligro, después de todo era su trabajo.
Mi inmediata reacción fue preguntar si podía observar el interior, me dijo que pase a la sala sin problemas, realmente por mi parte no había mucho más que ver, era pura decoración de un club centenario, me quedaba corto con solo ver eso pero era la excusa para entablar una charla. Rápido de reflejos el de seguridad observó que tenía debajo de mi abrigo una camiseta de fútbol, y me preguntó de donde era, lo cual resultó perfecto a mis intereses: comencé a contarle la historia del Deportivo Español, cómo se parecía a lo vivido por el Rangers y decirle que por eso me había acercado al estadio, y sin dilación el hombre me preguntó con su acento típico que me costaba horrores comprender, si teníamos tiempo. Miré el reloj, efectivamente lo teníamos, y nos invitó a pasar por una de las puertas, pasillos interiores y nos depositó con un grupo de muchachos que seguían a un señor de traje quien muy entusiasmado relataba anécdotas de la gloria del Rangers. Estábamos en un vestuario mítico, con camisetas de jugadores históricos del club. Nos habían sumado al recorrido por las tripas del estadio!
Lo que comenzó con cierta timidez, terminó siendo una recorrida de más de una hora con un grupo de fanáticos desde Eslovaquia y un colombiano que venía con ellos, pero el que se llevaba todos los premios era el guia del tour, un verdadero fanático, se notaba en cada detalle, en cada relato que contaba con lujo de detalles, irradiando pasión, contagiando energía y amor por el club.
No solo estuvimos en los vestuarios y los pasillos, salimos al campo, donde el día anterior se había disputado el clásico, contempleté lo que el guía denominó "el sol de Glasgow", unos carros con focos amarillos que se colocan encima de los sectores más dañados del césped para ayudar a su recuperación. Desde luego que agua no le falta al campo.
Lo que comenzó como un mero paseo para tomar unas fotos, terminó siendo una experiencia única con lujo de detalles por las tripas del mítico estadio del club que resurgió de las mazmorras.
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